La sangre de la niña era de un tipo raro, y el único que poseía este tipo de sangre, por los alrededores, era su hermano Sammy, de trece años.
Siendo un muchacho crecido y sano, se consideró que no había peligro en que el muchacho diera la sangre necesaria, y Sammy, que le tenía mucho afecto a su hermanita, de buena gana accedió a la transfusión, aunque era evidente que la idea le asustaba.
—Seguro que lo haré si ella la necesita —fue su respuesta al cirujano cuando este le preguntó si es taba dispuesto a dar la sangre que necesitaba su hermana.
Le llevaron a la sala de operaciones inmediatamente, pues había necesidad urgente de la sangre, y bajo observación del cirujano empezaron a extraerle la sangre, que era vertida en un receptáculo.
A la mitad de la extracción de la sangre, el cirujano notó que el muchacho se ponía pálido en extremo. Le batían los dientes y se mordía los labios. Sabiendo que no había razón para esto, excepto la actitud mental del muchacho, el médico le preguntó:
—¿Qué te pasa, Sammy? ¿Te encuentras mal?
—No, no, doctor —dijo quedamente—. Solo me pregunto cuánto voy a tardar en morir.
—¡Morir! —exclamó el médico—. ¿Crees que te sacaremos tanta sangre que vas a morir como resultado?
—Sí, señor —murmuró Sammy, apretando los dientes.
—¿Crees, pues, que estás dando la vida por tu hermana?
—Esto es.
El cirujano, asombrado, tuvo que recobrarse para poder explicar a Sammy que aunque él había estado dispuesto a dar su vida por la de su hermana, él se quedaría bien vivo después de la transfusión.
Cristo dio su vida por nosotros, y el apóstol Pablo nos dice que así como él lo hizo a nuestro favor, los que vivimos por Él y en Él debemos estar dispuestos a dar nuestra vida por los hermanos hasta tal punto debería llegar nuestro amor si les amamos de veras.
1 Juan 3:16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
Los mártires dieron sus vidas por Cristo, y, según los relatos que de ellos tenemos, muchos sufrieron lo indecible para no denunciar a los hermanos en Cristo, como les instigaban a hacerlo sus perseguidores; de este modo demostraron a Dios y a los ángeles que su amor era real y perfecto, un amor engendrado por el amor perfecto de Jesucristo.
1 Juan 4:19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.
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