Se cuenta acerca de César que, habiendo preparado una gran fiesta para sus nobles y amigos, sucedió que el día señalado fue tan tempestuoso que no pudo realizarse ninguno de los actos al aire libre que estaban preparados en honor del soberano.
Este se enojó de tal manera que mandó a sus soldados que arrojaran sus saetas contra Júpiter porque les había dado aquel mal tiempo; los soldados lo hicieron, pero ocurrió que, como las saetas no podían llegar al cielo, cayeron sobre las cabezas de los que estaban reunidos, hiriendo a muchos de ellos.
Asi nuestras quejas y murmuraciones son como saetas que arrojamos contra Dios pero vuelven contra nosotros mismos e hieren corazones. No le alcanzan a El, pero nos dañan a nosotros mismos; por lo tanto, es mejor callar que murmurar; es peligroso contender con Aquel que es fuego consumidor (Heb. 12:29). – Thomas Brooks.
Salmos 34:13 Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño.
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