—Maestro, quiero encontrar a Dios.
El maestro no respondió. Como hacía mucho calor, le dijo que lo acompañara a darse un baño en el río. Cuando ambos estaban ya dentro del agua, el maestro agarró con fuerza al discípulo y le mantuvo la cabeza debajo del agua.
Al faltarle el aire, el joven se debatió con desespero por unos instantes hasta que finalmente el maestro lo dejó volver a la superficie. Después le preguntó qué era lo que más había deseado mientras estaba debajo del agua.
—Aire —respondió el discípulo.
—¿Y deseas a Dios con el mismo desespero con el que deseabas aire cuando estabas bajo el agua? —le preguntó el maestro.
— Si lo deseas así, lo encontrarás. Pero si no sientes una necesidad apremiante de él, de nada te servirán los razonamientos y los libros. No encontrarás a Dios, a menos que lo desees con tanta vehemencia como el aire que respiras.
Autor: Desconocido
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